martes, 6 de septiembre de 2011

EL EXAMEN: LA ORACIÓN DE TOMA DE CONCIENCIA DE LA VIDA COMO UNA HISTORIA DE AMOR en la pedagogía de San Ignacio. [EE 43]

A.- IMPORTANCIA DEL EXAMEN DIARIO. En la Primera Semana de Ejercicios San Ignacio nos enseña a examinar nuestra vida y a hacernos responsables por ella. Para ello propone diversas formas de orar, examinar la conciencia y de discernir caminos de libertad para crecer en el amor y alcanzar así la plenitud para la que fuimos creados.

San Ignacio asignaba gran importancia al examen por ser la forma más adecuada para ir discerniendo el paso del Señor en la propia vida. Cuentan que a Pedro Fabro lo hizo esperar cuatro años antes de darle los Ejercicios, y, mientras tanto, le pedía que hiciera el examen y lo acompañaba espiritualmente. Examen y acompañamiento espiritual se complementan. La práctica del examen es la que va dando materia para el diálogo y discernimiento con el director. Si la persona puede hablar de las consolaciones y desolaciones que se producen en su vivir, de las mociones que lo impulsan, de los miedos que lo trancan, del modo cómo trata de manejarse en cada caso, es posible comenzar un camino espiritual serio. Y es el examen el que irá perfilando y aclarando los caminos.

San Ignacio daba tanta importancia al examen que a los jesuitas, mientras estudian, los libera de largos períodos de oración pero les recomienda que nunca dejen el Examen dos veces al día. El, personalmente, lo emplea continuamente como una forma de discernir mociones y de encuentro con Dios. Su “Diario Espiritual” es un ejemplo de cómo vinculaba examen y discernimiento en su propia vida y de la tremenda importancia que daba a esta forma de encuentro con Dios en su vida corriente.

Porque la vida corriente es el lugar del encuentro con Dios, del encuentro con Su amor que nos busca para vivir con nosotros en siempre creciente Alianza de amor. Dios mismo nos sale al encuentro en cada momento de la vida, en cada crisis, en cada rutina para que dejen de ser sólo mías y pasen a ser “lugar de encuentro”, “concreción de Alianza”, “cercanía del Reino del Padre”. Dios nos sonríe y alienta desde la vida misma o nos mira con cariño apenado por no saber discernir los signos de los tiempos. Es en el momento a momento de la vida corriente donde se juega nuestra fidelidad a Su amor, a la vida que nos regala y a Su Alianza en Cristo.

El examen es para discernir la vida: re-conocer y sopesar lo sentido, lo vivido, las alegrías y los dolores, las esperanzas y los miedos, la acogida a lo concreto y los rechazos ante la realidad o lo que nos ocurre. Se trata de estar atentos a las fuerzas y los sentimientos que nos alientan o frenan frente a las realidades del mundo actual. Se trata de estar atentos a los deseos de salir al encuentro de esos desafíos y a las tendencias a evadirnos que experimentamos. Y esto desde dentro de la vida que Dios nos regala cada día para encontrarse con nosotros.

El examen es un tiempo de oración para hacernos sensibles a la acción de Dios en lo íntimo del ser. Sin relación con la contemplación de Dios en la propia vida, el examen deja de ser oración de discernimiento y se transforma en un automoldearse para un perfeccionamiento humano y pierde la hondura espiritual de estar intentando ser fieles a una Alianza. Y la contemplación del actuar de Dios en nuestra vida, sin el examen de su incidencia en la vida concreta, puede constituirse en una forma de evasión.

B. ¿CÓMO VIVIR DÍA A DÍA EL EXAMEN ESPIRITUAL?

El examinar el nivel de conciencia cristiana con que vivo mi vida diaria es una forma de oración muy importante. Me ubica en mi identidad de hijo amado del Padre Dios y por eso hermano de todos los hombres. Me ayuda a recordar el llamado de Jesucristo a vivir muy unido a El y a llevar buenas noticias a los que me rodean. Reaviva en mi la conciencia de ser templo viviente del Espíritu Santo. San Ignacio la recomienda vivamente a quienes siguen su camino espiritual. Se trata de una forma especial de oración, en la que vamos recorriendo, con el Señor y como tomados de su mano, lo vivido durante la jornada. Por eso se sugiere hacerla en la noche y su duración promedio puede ser de unos diez minutos. Esto es lo que San Ignacio llama el “examen general” [EE N° 43], en el que recomienda recorrer 5 momentos, o “puntos” como los llama él: dar gracias, pedir luz, revisión del día vivido, pedir perdón y proponer cambios. Veamos estos “puntos” uno a uno después de calmarme, en presencia de Alguien, en espera de algo…:

1.- Introducción: Calmarme…delante de Alguien… en espera de algo…

2.- Dar gracias a Dios nuestro Padre por el regalo del día vivido, por tantos beneficios recibidos de salud, relaciones, sentimientos, trabajo, vitalidad, etc. Recorrer con Él el lado luminoso de mi día, agradeciendo y alabando.

3.- Pedir el regalo del Espíritu Santo para poder reconocer mis infidelidades al amor del Padre; mis faltas de finura con El, mis rebeldías, frivolidades, faltas de atención a Sus hijos y sus necesidades…

4.- Recorrer y examinar, de la mano de Jesús, el lado oscuro de lo vivido durante el día. Se trata de revisar, con El, mis actitudes, pensamientos, palabras, acciones y omisiones en los que se reflejaron criterios de juicio y prioridades no evangélicas; relaciones no acordes con Su corazón. Mis fallas en profundizar los amores y superar los desencuentros. Esto hacerlo conversándolo con Jesús, sin soltarme de su mano, y no como un ejercicio de superación personal. Esto es importante porque es en mi vida corriente, de momento a momento, donde se juega mi fidelidad al amor de Dios y al llamado de Jesús a construir juntos un mundo más humano y amoroso.

5.- Pedir perdón a Dios Padre y a Jesús por mis infidelidades y faltas de amor a ellos y a mis hermanos.

6.- Pedir luz y fuerza al Espíritu Santo para vivir al día siguiente en forma más amorosa y coherente con Su amor.

Terminar con un Padre Nuestro.

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