viernes, 23 de septiembre de 2011

Guillermo de Ockham

Su ontología se basa en dos postulados: solamente existen los individuos particulares, los cuales se caracterizan por su unidad invisible, compacta que no admite distinciones ni divisiones internas.
Identifica los atributos con la esencia divina, las ideas ejemplares con el entendimiento divino, la esencia y la existencia, los grados metafísicos del ser con la misma esencia, los accidentes con la sustancia, de la cual son solo parciales o distintos conceptos de sustancia, pero no realidades distintas.

Según Ockham lo universal no puede hacerse singular, ni tampoco aditamento extrínseco. Cada cosa, sea singular o universal, tiene su esencia propia y su ser correspondiente al cual no se le puede añadir nada.
El universal solo existe en el alma, pero todas las cosas fuera del alma son singulares y numéricamente unas.

Ockham distingue dos tipos de saberes: real y racional. Cuando los conceptos, las palabras o las escrituras suponen por las cosas exteriores, entonces tenemos la ciencia real. En cambio, cuando los términos de las proposiciones suponen solamente por los mismos conceptos, sin referencia a objetos exteriores, en ese caso tenemos la ciencia racional.

Ockham tiene el propósito de ser realista en el conocimiento, frente al abstractismo que reprocha a Escoto, tanto las sensaciones de los sentidos como los conceptos, son referencia a objetos del entendimiento se producen natural y espontáneamente. En la realidad solo existe el singular y esto es lo que conocen tanto los sentidos como el entendimiento. Distingue entre conocimiento intuitivo y abstractivo, la diferencia entre ellos se refiere a la existencia o no existencia actual del objeto.

El universal no existe fuera del alma, ni como accidente ni como sustancia; pero tampoco existe dentro del alma como accidente de cualidad. No tiene más que una realidad objetiva, es decir que se identifica con la misma alma o con el entendimiento. Incluso en el caso de que el universal es extrínseco a las cosas y se predica de ellas lo mismo que las palabras, es una ficción, cuyo ser consiste solamente en ser percibido.

Pero hay un universal natural, que es anterior a las palabras y a la escritura, es el concepto, el cual puede expresarse en diferentes lenguas y con diferentes palabras. El concepto puede entenderse a la manera de una imagen, la cual no tiene realidad subjetiva, no como sustancia ni accidente, sino solamente objetiva como representación de otra cosa. Esa imagen común, universal, puede suponer por todos los objetos singulares que representa.

El proceso de elaboración del concepto es puramente natural, espontáneo y por intuición, habla de abstracción pero esta se reduce a prescindir de la existencia o no existencia del objeto singular tal como existe en la realidad.
La única realidad y la función de los universales consiste en ser representaciones de la cosas y en poderse predicar de cosas semejantes.

Dios puede causar en el alma una noción abstractiva de la divinidad, o sea un concepto, prescindiendo de su existencia. Con lo cual tendríamos un concepto de Dios, pero no podríamos afirmar que existiera en la realidad.

La existencia de Dios no es un objeto de demostración sino de fe. No puede probarse en virtud del principio de causalidad, pues no se puede demostrar que el proceso de las cosas no sea infinito dentro de cada orden.

Ockham hace de la separación de la razón y de la fe el punto de partida de su filosofía. El plano de la razón que tiene como criterio de prueba la evidencia racional, y el plano de la FE que tiene como criterio probatorio la autoridad de Dios a través de la Biblia, son inconmensurables; es decir, no puede establecerse entre ellas ninguna conciliación.
La filosofía, al abandonar por inaccesible el problema de Dios, se vuelve hacia la naturaleza, el único ámbito real que el hombre puede conocer con los sentidos. El mundo sensible, la naturaleza, recobra una importancia que había perdido en toda la filosofía medieval; pero no se trata de restaurar la física aristotélica, sino de elaborar un nuevo modo de conocer el mundo, que cristalizará en la física moderna.
Para Ockham el universal no es un concepto en el que se refleja una realidad universal, sino una creación de la mente humana para referirse a un conjunto de cosas individuales que tienen entre sí algún parecido. Y es una creación natural ante la realidad, el entendimiento forma espontáneamente los conceptos universales. El conocimiento intuitivo no nos ofrece nada universal. Ockham convierte a los conceptos en palabras interiores que articulándose en proposiciones forman un lenguaje interior, común y universal a todos los hombres. La diferencia entre las palabras y los conceptos (intenciones del alma) es que el lenguaje de los conceptos es natural el mismo para todos los hombre, mientras que las palabras escritas o habladas es arbitrario y diferente en cada comunidad.

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